Diseño de colecciones, catálogos y revistas

Me ha gustado mucho la tipografía, ocuparme de los libros, andar entre papeles y visitar imprentas. La primera a la que tuve que ir muchas veces en Madrid, por el barrio de Usera, era de un pariente de Caro Raggio. Después vino, en Torrejón de Ardoz, Musigraf Arabí, de Prudencio Ibáñez, que era la bondad y la paciencia personificadas, después otra, en la calle Rufino González, donde conocí a Luis Martín, tipógrafo y jugador de ajedrez por correspondencia, y muchas otras. En todas he pasado cientos de horas, cuidando, retocando, corrigiendo libros y catálogos, y en todas he hecho grandes amigos. He compartido con linotipistas, cajistas, minervistas, maquinistas, fotocompositores, montadores, regentes y encuadernadores sus horarios laborales, sus almuerzos en el trabajo y a menudo sus desplazamientos al final de la jornada. Y he sido feliz. Haciendo un libro con mis manos me he sentido útil, más que escribiéndolo y más, desde luego, si el libro era de algún escritor que admiraba. Ninguna actividad manual me ha parecido tan hermosa ni noble, y comprende uno perfectamente que Juan Ramón Jiménez manifestara que su ideal, de no haber sido él poeta, lo hubiese cifrado en el de ser contador de papel blanco o regente de una imprenta con baño. A él le debemos las palabras que nunca se ha cansado uno de repetir: “En edición diferente, los libros dicen cosa distinta”. Es lo que da sentido a cada letra. Cierto que no todos los trabajos tipográficos que ha tenido uno que hacer pudieron ser todo lo excelentes que hubiese querido yo, pero a todos les guardo la gratitud más honda. Unos, porque fueron nuestro pan, y otros, la mayoría diría, los más importantes, hechos por amor al arte, porque fueron nuestro aire y nos permitieron acaso lo más difícil y hermoso de todo en esto nuestro, que es vivir del aire.

Van aquí algunas de las colecciones de libros, catálogos e impresos que he diseñado en solitario o, sobre todo a partir de 1993, con Alfonso Meléndez, el amigo con el que he compartido más trabajo común, uno al lado del otro, frente al ordenador, en el que él es tan diestro, como dos colmeneros.